viernes, enero 28, 2011

Adiós Tatic

(Columna de ayer jueves en La Jornada de Oriente)




Es normal que, vista la actitud que han tomado los miembros más mediáticos de la iglesia católica en cuanto a  su intromisión en la política y en la economía —amén de los múltiples casos de pederastia—, un número cada vez más creciente de la población le tenga aversión a la jerarquía católica.
Desde los tiempos de Juan Pablo II aquellos que decidieron apegarse a un ejercicio religioso más social y más humano fueron marginados bajo la idea de que había postulados marxistas incompatibles con la doctrina católica.  Los sacerdotes y monjas que se adhirieron al movimiento de la Teología de la Liberación y que postulaban que “la pobreza es un pecado social” fueron excomulgados en ciertos casos, pero sobre todo excluidos de la toma de decisiones y de los núcleos de poder.
El lunes nos dejó Samuel Ruiz, sacerdote destinado a una de las diócesis más pobres: la de San Cristóbal de las Casas. Tatic es el nombre cariñoso y de respeto con que lo llamaron los indígenas chipanecos. Tatic Samuel además de una persona entrañable e inteligente, fue un mediador fundamental en el conflicto del EZLN porque conocía el terreno y las demandas de los oprimidos y porque trabajó día tras día para mejorar las condiciones de vida de los indígenas y denunció sin temor los abusos que la economía de mercado provoca entre la gente del sureste de Chiapas. Él supo mediar incluso entre conflictos interreligiosos pues más allá de un credo, Samuel siempre tuvo claro que sólo había una opción: la opción por los pobres. La jerarquía católica tendría mucho que aprender de Tatic, pero ya está visto que sus intereses poco tienen que ver con el compromiso social. Queda entonces, en la sociedad civil, creyentes o no, continuar con su legado.

miércoles, enero 26, 2011

Sobre mi voyeurismo ilustrado


Tengo un problema grave.  Cuando miro, pienso que automáticamente desaparezco. Es decir, que cuando miro ya no me miran.  Es un problema porque entonces comienzo a mirar sin recato.  Lo peor es que yo no me había dado cuenta, pero alguien que me observa observar a veces me da codazos para que deje de husmear qué pidió de comer el de junto, de qué hablan dos señoras que se encuentran o si el niño de la carriola se parece a la mamá, al papá o a ninguno.  Suelo justificar mi descaro diciendo que por algo estudio antropología, para observar la conducta de la gente. Bah... pretextos del fisgón.
Mi perdición son los libros ajenos.  Cuando alguien va con un libro no puedo evitar husmear qué lee a pesar de las contorsiones que esto acarrea.  En el intento por alcanzar la portada con la vista intento adivinar qué lee.  A veces acierto por mero prejuicio, estereotipo o color del ejemplar.  Cuando no acierto me fascino.  Gozo al ver a una vieja de aquellas que pasan los ojos despacio y van moviendo los labios leyendo a Paul Auster.  Me encanta ver a un joven de estética más bien vulgar con un libro de Clarice Lispector.  Y cuando miro a una chica hermosa, con brillante cabellera y ropa de marca leyendo a Bucay me regodeo con mi acierto y pienso en silencio “ya lo sabía, ya lo sabía”. 
El otro día subió una mulata espectacular al metro.  Todas las miradas masculinas se posaron en su trasero.  Las masculinas y la mía, para qué lo voy a negar, si yo lo miro todo. La cuestión es que se sentó, sacó su libro y yo intenté descifrar qué era.  No podía.  Tenía el libro casi sobre sus piernas pero yo insistía porque además, por el trocito que se adivinaba de portada,  era un libro de la colección Austral de Espasa Calpe, dato no baladí pues sacaba de golpe a los libros de autoayuda, los de moda y los técnicos.  Supongo que la curiosidad tan bien alimentada me puso todavía más impertinente porque de pronto,  la chica levanta el libro con snrisa de azafata, me muestra la portada, moviendo la boca dice el nombre del autor o del libro y vuelve a su lectura un poco incómoda.  Yo no vi nada.  No llevaba lentes y la vergüenza me nubló la vista y me enrojeció la cara.  Ella ya no se dio cuenta porque con su dignidad lectora siguió con su libro y yo seguí con mi duda. A partir de ese momento empecé a ver los zapatos de la gente.  También son lindos los zapatos.  Viendo zapatos puede ser que sí desaparezca cuando miro así. 
La chica bajó en la misma estación que yo con el dedo separando la hoja en que se había quedado.  Me quedé atrás viendo su culo y viendo cómo le miraban el culo.  A lo mejor era la primera vez que le miraban el libro con más interés que con el que miran su trasero.  ¿La habré ofendido? 

jueves, enero 20, 2011

Ya lo sabíamos


(Versión completa de la columna de hoy en La Jornada de Oriente)

Cuando se filtraron algunos archivos confidenciales de varios países a través de Wikileaks, lo importante no fue tanto su contenido sino que se hayan hecho explícitos.  Muchas de estas cosas ya las sabíamos: que si el gobierno norteamericano vulnera la soberanía de otros, que si en la guerra de Irak se cometieron abusos inhumanos, que si miles de empresas en todo el mundo fueron rescatadas con dinero público… En fin, ninguna novedad.  El mundo marcha así y sólo nos queda la esperanza de que esto cambie.
Así que cuando Mariano González Zarur declara que hay dependencias sin titular y "no es porque no quiera sino porque todavía no me dan el nombre algunas fuerzas políticas para ver quién lo va a ocupar”  tampoco hay demasiada sorpresa.  Sabemos que existen pactos políticos, que quienes participaron en las campañas buscarán ser recompensados y que hay que negociar algunas posiciones.  Lo que asombra es que se dé a conocer en estos términos.  No se habla del más apto, ni del más indicado, ni de expertos en la materia.  Hemos de confiar —porque ante la evidencia no nos queda otra— en que esas “fuerzas políticas” tengan la decencia y la sensatez de “dar nombres” de personas capacitadas y honestas y que no se lleve el “premio” el que repartió más despensas o la que gritó más en los mítines. 
Una cosa es la actividad política electoral, por ejemplo; y otra, hacer políticas públicas que funcionen. En inglés cada caso tiene su término.  Para el primer caso hablamos de politics y para el segundo, de policy.  Quizá esta distinción inexistente en nuestro idioma sea lo que genere tanta confusión en lo semántico y en lo práctico. Es innegable que hay una relación entre los dos conceptos porque ambos marcan la diferencia entre  un gobierno neoliberal y uno socialdemócrata, o uno conservador y otro progresista. Sin embargo, cuando estamos hablando de aspectos que se relacionan directamente con la calidad de vida de la población (ecología, cultura, género, empleo), se debe responder primero a las necesidades sociales garantizando las policy con que atacaremos esos problemas. Que en este país, antes que las políticas públicas están los acuerdos políticos, ya lo sabíamos.  Pero que nos lo digan así, cuando tenemos la esperanza en un sexenio que nos haga olvidar el cinismo del anterior, no ayuda mucho a recuperar la confianza.

domingo, enero 16, 2011

Basta de sangre

(Columna del jueves pasado en La Jornada de Oriente)


Esta semana empezó en las redes sociales en línea un movimiento que algunos moneros de La Jornada junto con Rius y otros diseñadores gráficos como Alejandro Magallanes titularon “Basta de sangre”.  La idea central de esta propuesta es que la gente pueda mostrar su inconformidad y su descontento con la situación del país de manera pacífica. No podemos olvidar que el 1 de enero de este año, según el semanario Proceso, nos desayunamos con la muerte número 30 mil 167 desde que Calderón empezó su guerra contra el narco. Este malestar he hecho que varios usuarios de Facebook y de Twitter sustituyan la fotografía que los identifica con el gráfico de Magallanes que indica “No + sangre” y que otros más hayan impreso esta imagen y la han hecho circular también fuera del ámbito de Internet.
Hay quien se pregunta que esto para qué sirve y hay quien critica este activismo pasivo que se ejerce desde la comodidad de la computadora. No obstante,  es valioso por dos motivos: primero, Internet ha demostrado ser un importante propagador de información y de iniciativas por su rapidez, por su inmediatez y porque cada vez más gente tiene acceso a este medio.  El otro motivo tiene que ver con la importancia de los símbolos.  Un símbolo es la esencia de la cultura humana, la representación de una idea y de un sentimiento. A través de ellos nos identificamos con los demás y demostramos nuestra sensación de pertenencia a un grupo, a una religión, a un partido político o a una postura social. Aunque quizá no podamos evitar más muertes como la reciente de Susana Chávez, poeta y activista, y no incidamos de manera directa en una guerra que no es sólo contra el narco (basta ver los recuentos de civiles caídos en estas operaciones), por lo menos podemos hablar del tema y reconocernos como un amplio sector social en desacuerdo con lo que ocurre en el país.
No somos tan ingenuos para pensar que vamos a cambiar al mundo por adherirnos a una campaña, pero al menos tenemos la certeza de que no estamos solos y de que hay un buen puñado de personas dispuestas a  resistir a esta barbarie y a discutir el tema.  Basta de sangre y basta de silencio.

jueves, enero 06, 2011

Había una vez...

Aquí está la columna completa que por motivos de espacio sufrió un trasquilón brutal en La Jornada de Oriente de hoy. 

Monarquía significa “gobierno de uno solo” y es una de las formas de gobierno más arcaicas que implica una línea de sucesión familiar. La idea de monarquía que por lo general tenemos en mente es la que corresponde a las medievales europeas y trae consigo al estamento que forma la nobleza: duques, princesas y una serie de personajes arrimados al poder por la gracia de pertenecer a familias ricas o a rancios linajes (cualquier semejanza con gobiernos supuestamente democráticos, es mera coincidencia). Esta diferencia no podía ser eliminada de modo alguno y las jerarquías se notaban en lo económico, lo político y lo social. Cuando la Revolución Francesa derroca a una monarquía absolutista, se proclama la república como ideal occidental de gobierno.
            A pesar de que en la mayoría de las monarquías actuales el rey es más un símbolo que un poder fáctico, la nobleza sigue siendo muy atractiva. Cualquier cosa que hagan, excepto trabajar, se convierte en noticia.  De entre los reyes favoritos, están sin duda los Reyes Magos.  Cuenta la leyenda que se guiaron por una estrella para llegar al portal de Belén a entregar tres preciados regalos y a reconocer a Jesús para adorarlo.  El simbolismo de la escena es importantísimo: es la subversión de la jerarquía de los reyes paganos frente a un niño pobre y el empoderamiento del orden judeocristiano como orden hegemónico.
            Si preferimos a los Reyes Magos, quizá sea más por magos que por reyes y más por sus dádivas que por su abolengo; sin embargo sus coronas no les restan atractivo. Por eso no es casual que a la hora de escribirles la cartita, las niñas elijan ser princesas.  Princesas Disney, pero princesas al fin. Aunque la realidad en que se gestaron estas historias nos queda lejanísima en tiempo y en distancia, el mundo Disney edulcorado nos regala la idea de que la monarquía significa el éxito social. Para las niñas implica la fragilidad, la riqueza y la dependencia del género masculino. Sin exagerar y sin caer en análisis feministas extremos, este mundo de princesas corresponde al ámbito fantástico de los niños y mientras se mantenga dentro de márgenes razonables y se supere a una edad prudente, todo queda en un divertimento de tules y encajes.  Otra cosa es que haya mujeres que se crean el cuento y sigan esperando al príncipe azul y hombres que busquen la perfección estática de la princesa sumisa. En el aspecto social, lo terrible es que haya adultos que piensen que la democracia es una vía para generar estados feudales infantilizando su actitud al asumirse como plebeyos y no como ciudadanos con voz y voto. Así que el único final feliz posible se basa en buscar las tres máximas de la Revolución Francesa (igualdad, libertad y fraternidad), antes que en seguir buscando la respuesta en Melchor, Gaspar y Baltasar.