domingo, junio 30, 2013

Dormir en el camino

El tren llevaba las luces encendidas  y pensé que sería buena idea tratar de dormir porque el viaje sería muy largo. Intenté, una vez más, dormir con el antifaz que viene en el kit de viajero junto con un cepillo de dientes, una manta que acaba poniéndote los pelos de punta con tanta electricidad, unos tapones para los oídos y otras cosillas más.  Digo una vez más porque ya sé que esos antifaces no solo no me funcionan sino que me generan angustia.  Lo que no me deja dormir no es la luz sino saber que detrás de esto hay luz.  Me gustan las oscuridades que democratizan y la oscuridad individual me inquieta.  Me hace sentir que me estoy perdiendo de algo que no está ocurriendo pero que sería posible.

Abrí los ojos por dentro del antifaz y una pequeña línea brillante me lo confirmaba: esto es solo sombra, una falsa noche que no es la de afuera del tren pero tampoco es la de dentro del vagón. Paliativos de trapo para jugar a que cualquier noche puede, porque debe, ser oscura. Cerré los ojos y no supe si veía rojo o me imaginaba el mismo rojo de cuando te quedas dormido bajo el sol. No era un neón lo que iluminaba, eran si acaso dos o tres puntos de luz repartidos por el carro pero había en esa penumbra una insistencia refulgente que venía desde dentro de mi cabeza.  Puse la mano sobre el antifaz que cubría mis ojos. Oscuridad. Falsa oscuridad. Me quedé así unos minutos, intentando pensar en cosas bonitas. Así, tal cual en "cosas bonitas" pero mi mente solo le daba vueltas a la ponencia que tenía que presentar y cuando dejaba de pensar en la ponencia empezaba a cavilar sobre otras cuestiones que resultan todavía más inquietantes.

De tener el texto a mano hubiera elegido releer Sobre héroes y tumbas, porque soy de aquellas a las que les gusta azuzarse los sentimientos hasta el extremo y calzarse los momentos con libros, canciones y películas (romántica de mierda, pienso). Revisé lo poco que tengo en el Ipad y opté por hacer como los niños: tomar seguridad con algo conocido. Por eso los niños ven las mismas películas una y otra vez, porque eliminan la incertidumbre y se sienten cómodos con lo ya sabido. En homenaje a mi razonamiento me puse a leer Alice in Wonderland pero pronto caí en la cuenta de que, entre bostezo y bostezo, solo estaba pasando los ojos por las letras.  Estaba realmente cansada.  Llevo semanas durmiendo muy mal.

Intenté dormir sin el antifaz pero no pude.  Volví a ponérmelo convencida de que tendría la suficiente fuerza mental para dejarme de traumitas de medio pelo, de seudofobias que no llegan a cuajar como mal mental, de tonterías de niña nerviosa que ya no vienen al caso.  Respiré hondo, esta vez no abrí los ojos bajo la tela y llegó la cabeceada que no sé cuánto tiempo duró.  Soñé, está claro que soñé porque me despertó el sueño: un hombre quería meter su muñón en mi boca y los pasajeros eran testigos mudos de la acción que yo no veía porque tenía los ojos vendados. Intenté quitarme el antifaz pero se había hecho un nudo con la liga que traía puesta en el pelo. Me lo puse de diadema. Quiero pensar que los pasajeros no corrieron rápidamente a sus asientos a hacerse los dormidos ni que el hombre del muñón desapareció  aunque siempre desconcierta que el escenario de las pesadillas sea el mismo que el que se habita en ese momento. Eso sí, el tren del sueño era más viejo y los asientos parecían más incómodos.

Me levanté a caminar por los vagones para admirar a todas esas almas limpias y roncadoras de pies apestosos.  Me metí al baño a lavarme la cara y volví a mi lugar. No iba a dormir ni con ni sin antifaz y me puse a escribir esto. Guardaré el antifaz en el cajón de mi buró junto con todos los demás. Algún día les haré agujeros para los ojos, los bordaré con lentejuelas y organizaré una fiesta loca. Mientras, siguen siendo un inventario de todos esos insomnios en tránsito. 

jueves, junio 06, 2013

Gracias a ti

Querida A:

Es curioso que dos días antes de que llegara tu carta yo había comprado una Moleskine. A la mía ya le quedan poquísimas hojas, todas salteadas y además está bastante perjudicada.


Foto que da fe de los daños externos de la libreta

Empecé a construir mi libreta con la siguiente lógica: de adelante hacia atrás (en el modo convencional, digamos), iban mis apuntes, anotaciones, borradores, ideas para poemas, cartas, cuentos, etc.  De atrás hacia adelante iban las anotaciones de la vida misma: que si falta papel del baño, que si tengo tal presupuesto que nunca alcanza, que si la lista de las cosas para la maleta, que si la referencia bibliográfica o el teléfono de Zutano.

Un orden sencillo y convencional que fui incapaz de respetar porque empecé a usar las hojas del centro, después intercalé una poesía con una lista de la compra (en realidad eran bastante parecidas), luego anotaba rápidamente cosas en cualquier esquina... en fin, un autorretrato. Un testimonio de mi caos mental. Escribo poco en la Moleskine. Esta me ha durado años.  Ahora que la reviso se convirtió más bien en una libretita de viajes porque me he vuelto muy dependiente de la computadora.  
Apuntes insulsos de una larguísima espera en un aeropuerto


Me dices que gracias, pero más bien gracias a ti porque estas cartas son el único desahogo de un fin de año doctoral en el que se me acumula todo: entrega del avance, trabajo de campo a destajo, ponencia y organizaciones de cursos.  Como te decía, hay de letras a letras y yo ya espero también que pase este trance académico para ponerme a escribir de estas otras,  que como bien dices en tu carta, son un abrir la llave.

En este preciso momento me estoy tomando un tequila. El tequila de los jueves. Este va a tu salud. Ayer me tomé otro convencida de que también era jueves. Me armo calendarios caprichosos cuando las cosas se ponen rudas.

Disculparas esta carta salteada, apresurada y emborronada pero no doy para más y se vienen días de mucha lectura, acomodo bibliográfico, redacciones que no convencen y corsés teóricos. Si no la hago ahora tequila en mano, ya no veo claro cuando pueda contestar con cierta decencia.  Así que aquí va esta carta ilustrada con todo mi cariño. De momento  vamos armando el kit Posmonauta: gabardina y moleksine.  A ver qué otros artilugios nos van configurando.


Besos a montones,


B.

PS: Quedó muy moderno tu blog.  Me gusta.  A este ya le toca su manita de gato.